Obrigados



Así dicen gracias. Son un pueblo estupendo, un vecino del que tendríamos que aprender muchísimo. Pero, seamos sinceros, jamás lo hemos hecho. Son unos deberes que tenemos pendientes. La polémica por la atención sanitaria de urgencias que los de Valença do Miño tienen que ir a recibir a Tui ha puesto otra vez de actualidad las relaciones entre España y Portugal, entre Galicia y Portugal. Y tenemos que ser claros. Siempre les hemos mirado por encima del hombro. Son cuatro los que han tratado con justicia a los portugueses. Y tres los que, humildes, han aprendido de una cultura milenaria que no le tiene nada que envidiar a la de ningún otro lugar del planeta. Escribió Saramago, más de una vez, tras aquella Balsa de Piedra en la que el escritor puso a navegar el reino ibérico por aguas del Atlántico, que España y Portugal deberían ser un único país. No sé si tanto. Pero lo cierto es que es difícil no ser feliz en una tierra tan acogedora. Desde los fados de Amalia al mítico Quimera de Misia en el que dice «eu quis um vinho feito de veneno, de beijos, de suspiros». O la literatura de Lobo Antunes, esa sinfonía de voces que se acosan y se derrumban por las páginas. O el fútbol exquisito de aquel Portugal de la Eurocopa del 84 en París, que asombró al mundo redondo. Un país que es una mina de melancolía, que hace de la tristeza una religión. Un lugar único para vivir más cerca del sol y de Pessoa.

Cesar Casal.