Abuela

Tan moderna es la mente, como antiguo el corazón. Se piensa entonces que quien hace caso al corazón se aproxima al mundo animal, a la falta de control, mientras que quien hace caso a la razón se acerca a las reflexiones más elevadas. ¿Y si no fuesen así las cosas, si fuese verdad exactamente lo contrario? ¿Y si ese exceso de razón fuese lo que deja desnutrida a la vida?
El hombre se parece cada vez más a una radio que solamente es capaz de sintonizar una franja de frecuencia. El uso excesivo de la mente produce más o menos el mismo efecto: de toda la realidad que nos rodea sólo logramos captar una parte restringida. Y en esa parte frecuentemente impera la confusión, porque está toda repleta de palabras, y las palabras, la mayor parte de las veces, en lugar de conducirnos a un sitio más amplio nos hacen dar vueltas como un tiovivo.

Se non o cres.. toca.


O mito grego de Pigmalión, ven a contar a historia de este Rei de Chipre que, decepcionado polas mulleres, utilizaría o seu talento e sabiduría na escultura para encontrar á muller perfecta que non coñecera todavía na vida real. Creou a escultura dunha muller e lle puxo o nome de Galatea, da que rematou namorando. Ovidio o menciona así en A Metamorfose:"Pigmalión se dirigió a la estatua y, al tocarla, le pareció que estaba caliente, que el marfil se ablandaba y que, deponiendo su dureza, cedía a los dedos suavemente, como la cera del monte Himeto se ablanda a los rayos del sol y se deja manejar con los dedos, tomando varias figuras y haciéndose más dócil y blanda con el manejo. Al verlo, Pigmalión se llenó de un gran gozo mezclado de temor, creyendo que se engañaba. Volvió a tocar la estatua otra vez, y se cercioró de que era un cuerpo flexible y que las venas daban sus pulsaciones al explorarlas con los dedos".

Obrigados



Así dicen gracias. Son un pueblo estupendo, un vecino del que tendríamos que aprender muchísimo. Pero, seamos sinceros, jamás lo hemos hecho. Son unos deberes que tenemos pendientes. La polémica por la atención sanitaria de urgencias que los de Valença do Miño tienen que ir a recibir a Tui ha puesto otra vez de actualidad las relaciones entre España y Portugal, entre Galicia y Portugal. Y tenemos que ser claros. Siempre les hemos mirado por encima del hombro. Son cuatro los que han tratado con justicia a los portugueses. Y tres los que, humildes, han aprendido de una cultura milenaria que no le tiene nada que envidiar a la de ningún otro lugar del planeta. Escribió Saramago, más de una vez, tras aquella Balsa de Piedra en la que el escritor puso a navegar el reino ibérico por aguas del Atlántico, que España y Portugal deberían ser un único país. No sé si tanto. Pero lo cierto es que es difícil no ser feliz en una tierra tan acogedora. Desde los fados de Amalia al mítico Quimera de Misia en el que dice «eu quis um vinho feito de veneno, de beijos, de suspiros». O la literatura de Lobo Antunes, esa sinfonía de voces que se acosan y se derrumban por las páginas. O el fútbol exquisito de aquel Portugal de la Eurocopa del 84 en París, que asombró al mundo redondo. Un país que es una mina de melancolía, que hace de la tristeza una religión. Un lugar único para vivir más cerca del sol y de Pessoa.

Cesar Casal.